Moisés y Samantha llegaron este año a la Fundación. Desde el primer día nos llenaron de alegría con sus risas, su ternura y sus relatos sobre su amada Venezuela, su país de origen. Tienen cinco y seis años, respectivamente, y ya han empezado a leer y a escribir; adoran las competencias de palabras con sus compañeros, en las que Samantha es absoluta ganadora. Los dos asisten con emoción a sus clases de violín, ven en los grandes el ejemplo a seguir, y aunque apenas tocan sus primeras notas, ya quieren ser parte de la Orquesta de Cámara de la Fundación. Todos los niños los recibieron con alegría y entusiasmo desde el primer día; y como ellos tenemos a otros niños de nuestro país vecino que fueron acogidos con inmenso amor. Para la Fundación siempre ha sido un gozo abrir las puertas a las familias que necesitan protección y guía para sus niños.