Historias de Amor y Futuro

CRISTIAN MUÑOZ AMAYA

Músico - Pianista

Cristian llegó a la Fundación cuando esta abrió sus puertas por primera vez, tenía cinco años. Recuerda con cariño a sus profesores, especialmente a Elizabeth, a la que considera su segunda madre; con ella aprendió a leer y a escribir, pero lo que más quedó grabado en él fue el amor y la comprensión de su profesora.
Cristian pasó sus primeros años de infancia en las aulas de la Fundación, recibiendo cariño, apoyo y guía. Su temperamento introvertido y silencioso se vio tocado un día cuando, en una ocasión, al tener ya doce años, llegó a la Fundación un joven de la Universidad Javeriana que venía a hacer su práctica, este joven traía con él un piano pequeño y una guitarra; cuando los acordes que provenían del salón múltiple llegaron a los oídos de Cristian, la sensación que produjo en él fue indescriptible, las notas musicales despertaron sus sentidos y sintió un llamado en su alma. Ese día el mundo de Cristian se iluminó, sintió con certeza que su camino sería la música, y en ella ese instrumento maravilloso con teclas blancas y negras: el piano. A partir de ese día Cristian tuvo claro su camino, y la Fundación haría todo lo posible por ayudarlo a cumplir su sueño.
Poco tiempo después, la directora —Fabiola Cortés— le anunció que se había ganado la beca Paola Salas, una beca patrocinada por padrinos y que se otorga a los mejores estudiantes de la Fundación, beca que le permitiría iniciar estudios musicales en el programa PIJ de la Universidad Javeriana, un programa especial para niños y jóvenes. Cristian recuerda que su amor por la música era grande, pero sus conocimientos pequeños. Cristian venía de una familia amorosa y estable, y desde el comienzo su papá y su mamá lo apoyaron, eso fue decisivo para lograr sus sueños.
Para Cristian fue un poco difícil adaptarse al grupo en este programa, ya que por su timidez le costaba relacionarse, además venía de un barrio humilde y “eso lo notaban los demás”. Sin embargo, tuvo una profesora que lo ayudó y lo motivó, eso fue muy importante para él, se aferró a esa oportunidad y logró terminar su año de estudio. Más adelante se decidió que entrara a la Academia Píccolo de Isabel Irizarry, y ahí recibió clases de piano hasta que terminó su bachillerato. Una vez graduado del colegio, la Fundación consiguió que participara, por un año, en el programa de música para jóvenes de la Universidad de los Andes; fue un año de gran aprendizaje; sin embargo, ahí quedó muy claro que, si quería ser pianista, necesitaba un piano.

"La Fundación ha sido el motor para hacer mis sueños realidad y Fabiola ha sido la gasolina. Sin su amor y su ayuda mi vida sería otra, habría sido muy difícil; para ella solo tengo palabras de agradecimiento, porque su apoyo no fue solo en lo profesional, sino en lo personal, Fabiola siempre estuvo para mí tanto en los momentos difíciles, como en los buenos."

"Mi deseo ahora es apadrinar a un niño, ayudar en la parte económica. De ahora en adelante quiero dar lo mejor de mí para ser parte de la Fundación de forma más activa. Quiero ayudar a otros niños, así como lo hicieron conmigo; también quisiera ser profesor de la Fundación, eso me gustaría mucho."

La Fundación y los padres de Cristian buscaron los recursos para ayudar en la compra del piano, y finalmente consiguieron uno de cuarto de cola, de segunda, que era perfecto para sus prácticas. Con mucha ilusión se llevó el piano hasta la casa de Cristian, en un cuarto piso en el barrio El Codito, pero cuando quisieron subirlo, no cabía por las escaleras. Tuvieron que romperlas, piso por piso, para lograr subirlo con la ayuda de ocho hombres, hasta que finalmente, después de muchas horas, quedó muy bien instalado en su habitación. Frente a este piano Cristian ha compuesto obras musicales, ha practicado grandes obras y ha visto hacerse realidad su camino como pianista.

Estos estudios musicales fueron la antesala para la carrera profesional de Cristian. Su dedicación y compromiso fueron constantes, por eso la Fundación, tocando muchas puertas, consiguió que unos padrinos lo apoyaran y pagaran su carrera de Música en la Universidad Sergio Arboleda. Ya pasaron seis años desde que Cristian cruzó por primera vez las puertas de su universidad, un sueño que hizo realidad gracias al corazón generoso de sus padrinos. Hoy, está próximo a recibir su título profesional. Ya presentó su recital de grado con gran éxito. Ver hecho realidad el sueño de Cristian es el mayor regalo que la Fundación puede recibir.

Cristian quiere dedicarse a la composición musical, se centrará en su proceso creativo mientras otras puertas se abren para continuar sus estudios.
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